Hoy no es un día cualquiera, es una fecha muy especial para todas las mujeres, pues conmemoramos nuestra lucha por la participación activa en la sociedad y la igualdad de género. ¡Hoy nos levantamos! Somos nuestro propio soporte y el de nuestras compañeras. Mi inspiración, son ellas y yo misma, porque aprendí que siempre tengo algo qué admirar de cada una.
Hoy les escribo diferente, siempre desde mi corazón, pero dejando notar quién es mi inspiración en la vida real, en mi día a día.
Mi musa desde que tengo uso de razón, y la que seguirá siendo en mis próximas vidas: mi mami. La mujer más fuerte que conozco, la que perdonaba siempre los errores, quien me dio la vida y batalló más de 20 años su propia lucha contra la depresión por mí. Esta maravillosa mujer, siempre fue mi heroína: me sonreía, aunque por dentro se sintiera hecha pedazos y solo tuviera ganas de llorar.

Mi Marita se despertaba en la madrugada para cuidarme, a pesar de sus dolencias: la migraña crónica de todos los días, las náuseas, su osteoporosis, su artrosis, el dolor en los riñones que la hacía gritar, pero, aun así, aun con todo, cual alarmita de despertador, estaba 4 a.m. en la cocina para hacerme mis licuados especiales cuando me dio gastritis.
Mi mami desde pequeñita estudiaba conmigo de amanecida, haciéndome notar que siempre fui su prioridad y que lo más grande del mundo para ella, era yo. Siempre fui su centro, y aunque no esté físicamente desde hace casi 7 años, sé que lo sigo siendo, porque a cada segundo lo siento así.

Mamá me enseñó lo que es el amor incondicional. Me enseñó el significado de la familia y cómo una persona puede ser tu hogar. Hasta ahora, sigues siendo mi hogar. Eres siempre mi primer pensamiento en las mañanas, mi primer rezo y mi última oración cuando voy a dormir. Abrazo a diario tu recuerdo y siento el olor de tu piel, ese olor tan particular que te caracterizaba y me permitía fundirme en ti, sintiéndome protegida.
Recuerdo cada vez que me decías “nenita”, tus mensajes de texto llenos de amor cuando aprendiste a utilizar el celular y esa hermosa sonrisa que tenías, aunque no te gustaba por la parálisis facial. Tus veinte mil dietas para adelgazar, tus clásicos “los lunes empiezo un régimen estricto de alimentación”, cuando papá y yo solo nos reíamos porque sabíamos que no lo cumplirías, que ante un chocolatito o un helado, cederías y jamás entendimos por qué querrías cambiar tu exterior, si eras tan perfecta. Esos “kilitos de más” como tú los llamabas, eran solo más células de amor, el peso nunca te definió y no nos importaba para nada, a las personas que realmente te amábamos.

Me habría encantado que te veas como el resto te veía, que sepas la maravillosa persona que eras, y eres allá donde estás. Eras el lugar a donde todos querían llegar, tu mamá, mi papá, tus hermanos, tus sobrinos, tu vecina, las otras mamás del cole, mis amigos, pero, sobre todo, yo. Eras el refugio que todos anhelaban, la experiencia perfecta, la estupenda desconexión a la realidad. Eras ese golpe de luz en los momentos más oscuros que atravesábamos y el confort personificado cuando uno estaba hecho pedazos.

Eras siempre el hombro en el cual llorar, y las rodillas donde podía posar mi cabeza para que me acaricies. ¡No tienes idea cuánto amaba verte dormir! Con tu manito derecha apoyada en tu cachete izquierdo, formando un rollito hermoso y un pucherito… Tan calmada y serena en esos momentos, y era perfecto porque siempre dormías feliz, casi nunca tenías pesadillas. Ahora entiendo que por eso amabas tanto tus siestas por la tarde. Escapabas de tu propia realidad y sé que cargabas con mucho peso en tus hombros. Te preocupabas por todo y hacías los problemas del resto tan tuyos que, te absorbían.
El golpe al perderte fue realmente intenso e inesperado. El mundo se vino abajo, sobre todo para tu mamá y para mí, y aunque han pasado casi 3000 días desde esa pesadilla, hasta hoy hay infiernos de los que es muy complicado salir.
Te amo incondicionalmente, y aprendí que tengo mucho de ti en mí. Tengo esas ganas de batallar con la vida y hacerlo lo mejor posible, luchar a ganar, porque no hay opción. Aprendí que “o las cosas se hacen bien, o no se hacen”; así que, ¡a sobresalir como siempre te gustó, mamá!

El beso al cielo de siempre, se convierte hoy en un beso interminable a mi corazón, porque es el lugar donde vivirás eternamente.
Te amo por siempre, Honey.
-Tu bolita blanca.
