El proceso de la elección del vestido de novia es el momento más hermoso en la vida de una mujer, pero también puede convertirse en el más frustrante de todos. Elegir esta prenda tiene ciertos criterios, pues se debe considerar la locación donde se realizará la boda, la formalidad del evento, tu silueta, la estación, el clima (si es de día o de noche), pero, sobre todo, el presupuesto que tienes.

En mi caso, siempre soñé que mi matrimonio civil no sea con el clásico vestido blanco y corto, sino que deseaba con todo mi ser, uno en corte sirena, color champagne, con espalda tatuada y mangas; así que, inicié con la búsqueda en diferentes atelieres y conversé con reconocidos diseñadores de moda para aterrizar la idea que traía en mente.

El concepto estaba bien definido y los vestidos que me mostraron de diferentes colecciones nupciales eran increíblemente hermosos, pero no me llenaban del todo. En esa época, entré en conflicto conmigo misma, porque sentía cómo avanzaba el tiempo y yo no tomaba ninguna decisión, pero luego de meditarlo muchas noches, me di cuenta cuál era el problema: probablemente, la conexión que “esperaba” tener con el vestido, también debía ser con el diseñador o representante de marca; por lo que opté por ver a mi bellísima Verónica Ballen de Luna Blanco Atelier.

Vero es una de las personas que más admiro, no solo por su profesionalismo, sino por su forma de ser y de ver la vida. Ella es una gran amiga que ha estado para mí en las buenas y malas, que ha sabido aconsejarme y hacerme sentir dichosa en momentos de estrés. Ha sido cómplice de Javi en varias ocasiones para sorprenderme y es mega detallista. Ama la moda tanto como yo, y compartimos las novedades de las nuevas tendencias que se vienen siempre por los interminables audios de Whatsapp.

Cuando fui a su atelier, en plena pandemia, vi su afán por cuidarnos a ambas, siguiendo todos los protocolos de seguridad impuestos por el Gobierno. Desde que entras, hay un desinfectante de calzado (en el primer piso, donde se encuentran las escaleras, y otro en el segundo, antes de ingresar); luego, me tomó la temperatura, me roció alcohol y me incentivó muy cortésmente a realizar el lavado de manos en el baño. Al salir, nos sentamos de extremo a extremo –guardando unos 5 metros de distancia – con todas las ventanas abiertas para una mejor ventilación y siempre con la mascarilla puesta. Ese proceso tan pero tan exhaustivo, que no encontré en ningún otro lugar, fue la primera corazonada del “Aquí es”.

Para mí fue muy importante ver cómo Verito separó totalmente nuestra amistad y me trató como a una clienta normal. Me hizo preguntas sobre la etapa de enamoramiento con mi chini, cómo se me declaró y cómo era la relación de nosotros con nuestras familias.
La magia pululaba en el aire. En ese momento no existía el COVID, no había dolor y todo era un halo de paz. Esos segundos, minutos y horas quería encapsularlos y protegerlos, porque sabía que sería uno de los recuerdos más importantes de mi vida.

En ese momento, mi bella amiga entró al lugar donde reservan los vestidos, y sacó varias opciones de acuerdo a lo que habíamos platicado, y algunas más que ella sugería.
¿Saben qué pasó? Me enamoré, y descubrí que el amor puede presentarse de diferentes formas. En ese atelier noté que no tenía escapatoria, no había excusa para no tomar una decisión, porque tenía lo mejor de todos los mundos: Inmaculada García, Manu García y Jesús Peiró, además de otras marcas españolas muy prestigiosas.

Suspiré, pestañee fuerte y apreté los ojos. No era un sueño, era el momento de planificar el día más importante de mi vida, de la mano de una de mis mejores amigas.
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Por: Vanessa Barreda Montoya